Jenny, amarga decepción personal en Filipinas. Y es que antes de conocer a Chen, tenía que haber conocido a Jenny. Una chica de 23 años que vive, supongo que aún lo hace, en Cebú. Una persona con la que cada día tenía mensajes en Whatsapp. Pero no mensajes de “Hola qué tal”, sino notas de voz. Y no notas de voz de “Hola qué tal” sino chorizos de 5 o 10 minutos de duración. Todo eso en inglés, que implica también un esfuerzo. Así que creo que teníamos una buena amistad. Yo fui hasta Filipinas, no para verla a ella pero era una buenísima oportunidad para vernos. ¿Qué fue lo que pasó?
Pasó lo que suele pasar casi siempre con esta gente: desapareció. Durante 2 o 3 semanas no dio señales de vida, y yo me preocupé un poco. A pesar de que ella no respondía, yo seguía mandando algún mensaje. Al cabo de un tiempo me respondió pero no me aclaró nada. Las notas de voz se convirtieron en breves mensajes de texto y no todos los días. Quiso saber cuándo llegaba a Filipinas y cuándo podía pasar por Cebú. Las fechas de Filipinas las sabía con exactitud, las de Cebú no. Obviamente no me voy a comprometer a ir a un sitio para estar con alguien si ese alguien no da señales de vida.
Ella supuso que yo estaría una semana en concreto en Cebú, así que cogió vacaciones para esos días. Error, yo nunca compré los billetes de avión para ir a esa ciudad. Luego me acusó de falta de interés por mantener nuestra amistad. Como dije antes, ella fue la que desapareció. Le costó reconocer su culpa en el tema, como siempre les sucede a muchas. Le comenté que iba a estar en Manila, y si ella podía ir allí. Al principio dijo que sí, y yo la creí. Error, nuevamente, al creer a una persona así. Nunca tuvo intención alguna de visitar la capital y conocerme.
Todo fueron trabas para vernos y siempre el culpable era yo. Estaba a 11.000 kilómetros de España y aún así la culpa de no vernos era mía. De coña, la verdad. Ella hizo lo que le dio la gana y ya está, como sucede siempre. Y el dedo acusador apuntando en otra dirección, porque los espejos solo son para admiración propia.
Una vez llegué a Filipinas, dejé de tener contacto con ella porque ella no quiso tener más contacto. Así que no sé nada de ella desde entonces. ¿Mi teoría? En este caso, la que he tenido en tantas otras ocasiones y nunca ha fallado: se echó un novio. ¿Por qué no me lo dijo? Le pasa lo que a muchas: le da pena. ¿Por qué? Porque todas creen que todos sus amigos masculinos estamos enamorados de ellas. Ellas son seres puros, piadosos y afectivos; nosotros solo somos bestias que queremos follar. Y si encuentran el amor, creen que nos romperán el corazón. Eso lo vi en 2005 y desde entonces ha sido una constante.